En esto ha convertido Barcelona la combinación de la extrema izquierda de Colau con el nacionalismo. Una ciudad chusma-friendly donde campa a sus anchas toda la escoria de España y Europa.
Lo inmediato es culpar a los políticos, evidentemente, y con razón. Pero no hay que olvidar que esto ha sido avalado hace cuatro días por las urnas, en un claro ejemplo de que hay quien tiene lo que merece.
Y produce desasosiego por todos los que viven en Barcelona, están hartos de todo esto y se sienten impotentes y abandonados.
La jugada que les queda a socialistas, extrema izquierda y sus socios nacionalistas es intentar convertir Madrid en lo mismo que ya es Barcelona para diluir el contraste. De ahí ese odio patológico a la Comunidad y sus políticas, que los deja en evidencia.
Estos son los comercios de moda en el estercolero de barcelona.
En eso la ha convertido el votante que ha elegido menas, okupas y caos. Colau y demás suicidas, representan esa suerte de demencia colectiva, cada vez más cercana a la Münster anabaptista de 1534, cada vez más demente.
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